Dos culturas, una batalla: tres castillos
Dolores Olivas Piñón, Guillermo Hernández Orozco, Francisco Alberto Pérez Piñón
Dos culturas, una
batalla: tres castillos
Introducción:
Actualmente el
deporte es considerado por los expertos como la mejor herramienta para integrar
a los niños, porque a través de la actividad física y deportiva aprenden a
socializar con nuevos compañeros, a ganar y compartir triunfos, incluso perder
y saber aguantar la frustración, o a bien experimentar emociones, a desarrollar
lazos de colaboración entre ellos, a vencer la timidez o caso contrario la
impulsividad, reducir la ansiedad, a promover los valores como el respeto al
entrenador, compañeros árbitros, por participar, más que por competir, su hijo
hace deporte por gusto y no para vivir de él. La historia de la humanidad es
una constante lucha por la supervivencia. Aprender a vivir en armonía consigo
mismo y con los demás miembros de su clan ha sido la clave para lograrlo. Para
tal efecto, la construcción de una serie de elementos que le otorguen una
identidad propia y distintiva a cada grupo humano, tales como la lengua, el
vestido, usos y costumbres, alimentación, leyes, ideologías, y, sobre todo, un
origen común, un punto de partida de donde se formó tal cultura, son los
factores que permiten el florecimiento de ésta. El problema radica precisamente
en que mediante la edificación y defensa de esa identidad propia, también se
marcan las diferencias con otras culturas que pretenden lo mismo, creando una
conciencia del desigualdad entre el “nosotros” y los “otros”, que,
irremediablemente, de esa confrontación siempre habrán vencedores y vencidos.
Este escrito tiene como base dos relatos diferentes sobre un mismo evento, la
batalla de Tres Castillos, en Chihuahua, en el siglo XIX: las Memorias del
Indio Gerónimo, en cuyo trabajo relata sus andanzas y combates contra los
mexicanos; y las Memorias del Coronel Joaquín Terrazas que hace lo propio
durante el tiempo que ejerció su labor militar. La dificultad de comparar las
versiones hechas por diferentes testigos de un mismo evento, reside en que cada
quien la observa desde su propia experiencia. Con el tiempo, el autor la
organiza, la embellece, resalta unos datos y omite otros, según se lo permita
la memoria, o la conveniencia; sin embargo, para efectos de este escrito, se
toma como punto central la batalla sostenida por fuerzas mexicanas contra una
facción de familias chiricahuas, dirigida en ese momento por Victorio (o
Vitorio) en territorio chihuahuense el 14 de octubre de 1880.
Hay que señalar que
las memorias de Gerónimo, según se menciona en las observaciones al inicio del
texto, fueron contadas en 1905- 1906, a Asa Daklugie, hijo de Whoa (Ju) quien
fuera compañero de correrías del primero. El trabajo tiene una Introducción, un
Prefacio, y cuatro partes dedicadas a los apaches, los mexicanos, los hombres
blancos, lo viejo y lo nuevo, así como un Apéndice. Mientras que las del
Coronel Joaquín Terrazas y la guerra contra los apaches contiene una
Presentación, un Prólogo, dos partes divididas por fechas: 1855-1867 y
1867-1886, una Adición, y un escrito dando noticia del fallecimiento del
Coronel Terrazas el 8 de octubre de 1901 pero publicado en “El Hogar”13 en
noviembre de ese año. Lo primero que llama la atención al intentar compaginar
ambas historias es la datación de los hechos. Gerónimo, en la Segunda parte:
Los mexicanos, hace mención a la matanza en Kas-Ki-Yeh en el verano de 1858, no
habla de Victorio en su relato; empero, el trastorno político iniciado desde el
año anterior por la rebelión de los tacubayas contra el Gobierno Constitucional
de Chihuahua, quitó fuerza a la persecución de los apaches durante todo ese
periodo. Quizá lo único cierto es que fueron largos años de luchas y combates,
de cansancio, de muertos y heridos en ambos bandos. El odio acumulado crecía
entre promesas de paz y traiciones. En noviembre de 1879 se tuvieron noticias
de la presencia de apaches en la Sierra de la Candelaria, muy cerca del
Carrizal. Cuando sale una partida de hombres a combatirlos, éstos fueron
masacrados, igual suerte corrieron los de la segunda expedición mexicana al día
siguiente en el sitio que se conoce como la Tinaja de Victorio. Comienza la
persecución de Victorio que se sabía estaba acampando en las Lagunas de Santa
María y de Guzmán, de donde partían grupos de guerreros a cometer atracos en
pueblos y caminos, entrando y saliendo de México. Gracias al pleno conocimiento
que tenían de estos territorios, como lo confirma Gerónimo, y adiestrados desde
pequeños en el arte de la guerra, además de sus habilidades para subsistir y
ocultarse en medio de desiertos y cañadas, tanto el gobierno mexicano como los
civiles poco lograban durante las persecuciones. Regresa Victorio en junio de
1880 y acampa en las Lagunas, de donde salen partidas de indios a cometer
labores de pillaje y matanzas, también llamadas incursiones por los apaches,
debido a que era la forma que tenían para hacer acopio de víveres, enseres,
ganado y armas, que luego eran repartidas en su comunidad cuando regresaban a Arizona.
Cabe mencionar que muchas veces se vieron despojados del fruto de sus
incursiones durante el regreso a su tierra, ya fuera por el ejército mexicano o
por el norteamericano, enfrentando la vergüenza de llegar con las manos vacías.
De las Lagunas, fueron perseguidos por las fuerzas federales al mando del
Coronel Adolfo T. Valles quien habían llegado al Estado desde finales de
febrero, con la encomienda de hacer frente a los embates de los bárbaros, como
eran llamados. No obstante, el acoso federal, Victorio y su gente ingresan de
nuevo por el Puerto de Ventanas a principios de agosto y se instalan nuevamente
en las Lagunas de Guzmán y San María que conocían bien. Alarmado por los
informes de las atrocidades cometidas por los apaches, a finales de septiembre,
el Gobernador Luis Terrazas le encomienda la atención inmediata de ese problema
al Coronel Valles que habría de ser acompañado por el Coronel Joaquín Terrazas
dado su conocimiento del territorio. Valles se negó a acatar la orden aduciendo
que el cansancio de hombres y bestias, ya que acababan de llegar de una larga y
penosa campaña, hacían necesario el descanso de unos días para reponer fuerzas.
El Gobernador
comisiona entonces al Coronel Terrazas para cumplir dicho mandato. Se le pone
precio a la captura de Victorio, se pagarán 2000 pesos, vivo o muerto. Así
mismo por las cabelleras de los demás que tendrán un costo según la ley vigente
en ese tiempo. El día 25 sale Terrazas de Chihuahua, fueron sumándose hombres a
la campaña por las localidades que pasaban. En Corralitos se le une Juan Mata
Ortiz, Jefe Político de Galeana con 119 hombres armados, quien ya tenía
exploradores en las lagunas mencionadas y esperaba el parte de su gente. El día
29 se enteran de que los apaches salieron rumbo al oriente de la Sierra de la
Candelaria, se incorporan otros 100 vecinos y forman un ejército de 350
hombres. En su narración, Gerónimo cuenta “…como estábamos en paz tanto con las
ciudades mexicanas como con las tribus indias vecinas, partimos hacia el sur,
al antiguo México, para comerciar (…) Todos los días íbamos a la ciudad para
hacer trueques.” Toda la tribu bedonkohe tenía como destino Casas Grandes. Descansaron
durante algunos días en una “ciudad mexicana que los indios llaman Kas-Ki-Yeh”.
Relata cómo un día en la tarde, que regresaban de la ciudad él y otros más,
salieron varias mujeres a su encuentro para decirles que las tropas mexicanas
habían atacado su campamento, matando a los guerreros que estaban de guardia,
así como a algunas mujeres y niños, destruido sus provisiones y robado sus
armas y poneys. Este pasaje él lo ubica en el verano de 1858. Una vez
conformado el ejército que habría de buscar a los apaches, desde el 29 de
setiembre comenzaron los preparativos para tal empresa. Todo debía estar a
punto para obtener el éxito que tanto buscaban. Herraron a los caballos,
mandaron pedir provisiones a Paso del Norte que fueron recibidas el 7 de
octubre, se organizó el ejército en dos columnas, fue nombrado como segundo en
jefe a Juan Mata Ortiz y comenzó la búsqueda desde el día primero. Se enviaron
exploradores a seguir el rastro dejado por los apaches en su travesía, hasta
que en el amanecer del día 13, Terrazas junto con otros hombres a pie,
encontraron las huellas del grupo indígena. Iban de Norte a Sur, con rumbo a
los cerros de los Castillos. Una vez ubicado el campamento apache se unen ambas
columnas y se decide la estrategia para el ata - que. El 14 de octubre de 1880
por la tarde se lleva a cabo la Ba - talla de Tres Castillos, en la que muere
el indio Victorio, y al parecer la madre, la esposa y los hijos de Gerónimo,
además del resto de apaches, salvándose sólo algunos. Quien mata a Victorio es
Mauricio Corredor, que junto con su compadre Roque (ambos de la etnia
Rarámuri), se adelantaron al grupo mexicano y dispararon a los apaches primero.
La contienda duró varias horas a fuego nutrido. El día 15 se ocupó la cumbre
del cerro donde se habían parapetado y se tomaron prisioneros. Por la tarde se
dio sepultura a los tres soldados que murieron. El 24 de octubre en la mañana
llegó la campaña a Chihuahua, lugar donde fueron recibidos con gran algarabía y
tratados como héroes. En su narración, Gerónimo dice que cuando los elementos
del grupo apache que no participaron en la contienda, se juntaron después en el
lugar de la matanza, se dio cuenta de que se familia había sido asesinada. En
la celebración de consejo, el jefe Mangas Coloradas dio la orden de partir a su
territorio en Arizona, dejando a sus muertos sobre el terreno. Estando allá se
decidió cual sería el “sendero de la guerra contra México”. Gerónimo es enviado
a hablar con Cochise, jefe de los chokonen y acuerdan ayudarlos. Después viaja
al sur, territorio de los nedni, donde es jefe Ju (Whoa) y también aceptaron. A
partir de ese momento las incursiones depredatorias en territorio chihuahuense
serán más constantes y cruentas. Las tres tribus se reunieron en la frontera
mexicana para dar inicio a la venganza. Venían con sus atavíos de guerra, sin
caballos y con víveres para tres días. Caminaban 14 horas al día y se detenía
tres veces para comer, cubrían de 60 a 70 kilómetros al día. Según su versión,
cuando llegaron a Arispe, los fueron a buscar 8 hombres de a caballo que iban
del pueblo a hablar con ellos. Estos fueron asesinados y escalpados. Al día
siguiente llegaron más mexicanos y las escaramuzas se prolongaron todo el día,
ya en la noche les capturaron su convoy de aprovisionamientos, así que obtuvieron
comida y armas de sus agresores. Gerónimo reconoce a los que habían asesinado a
su familia en las tropas integradas por dos compañías de caballería y dos de
infantería que arribaron al lugar, al filo de las diez de la mañana. Por la
pérdida de sus parientes acuerdan confiarle la dirección de la batalla. Ubicó a
los indios en una depresión circular cerca del río. Cuando los mexicanos
estaban a unos 400 metros de ellos se detuvieron y comenzaron a dispararles. Se
inicia la batalla y algunos guerreros indios contestan, otros más se habían
ubicado estratégicamente para atacar la retaguardia. La confrontación duró
cerca de dos horas, mueren los mexicanos, ganan los apaches y Gerónimo queda
como jefe de todos los apaches. En sus Memorias, Terrazas reporta que algunos
días después, llega el parte de que otro grupo de aproximadamente 50 apaches
regresan. Matan a varias personas en el Chivatito y a otras más en el Puerto de
los Magueyes. Los atacantes escaparon por la Sierra del Nido. En diciembre
arremeten contra la Hacienda del Torreón y sus vecinos y roban todo el ganado.
En la Boquilla de la Laguna de Encinillas destrozan carros y carruajes y matan
a hombres y familias. Meses más tarde, a mediados de mayo de 1881, una partida
de apaches dio muerte a varios hombres en el Cañón de San Joaquín, al Poniente
de Galeana, mientras éstos arreaban ganado. A principios de Julio atacaron en
Palo Blanco al Coche-Correo que iba a Paso del Norte, asesinando al cochero y a
un americano, el otro logró salvar la vida. Tres días después, cerca de ahí, en
Charcos de Grado, asaltaron unos carros y mataron a varios hombres, robando los
bueyes y otros animales. El 9 de noviembre, Terrazas habla con el jefe apache
Ju como a media legua de Casas Grandes. Este prometió que regresaría tres días
después acompañado de todos los apaches que deseaban la paz. Lo cumplió, se
vieron tres veces más y fueron obsequiados con carne, harina y piloncillo, pero
ni Ju ni Gerónimo quisieron entrar al pueblo. En diciembre dejaron de ir,
aunque se sabía que continuaban las agresiones en diferentes partes del Estado.
Gerónimo no menciona este asunto en su narración. Tampoco refiere que, a
principios de abril de 1882, él y Ju vuelven a entrevistarse con Terrazas y que
éste le dice a Ju que, por haberse ido sin ninguna explicación en diciembre,
ahora solo tratará con Gerónimo. Los demás guerreros apaches que los
acompañaban estuvieron de acuerdo. Mientras se realizaban estos intentos de
pacificación, la verdad oculta de esos encuentros, era la captura o muerte de
ambos jefes apaches. Gerónimo no volvió. Había ido a la reservación de San
Carlos en E.U. a invitar a los de su raza para que vinieran a hacer las paces
en Casas Grandes, pero cuando entran por Sonora a mediados de mayo, son
atacados por las fuerzas federales y vecinos en el cañón de los Alizos. Ahí
fueron muertos varios apaches y capturados cerca de 100 entre mujeres y niños,
otros tantos lograron escapar. Gerónimo y otros 16 guerreros fueron apartados y
sitiados, desde donde causaron una gran mortandad entre los sitiadores. Ya en
la noche, escaparon junto con los que habían huido horas antes. Cuando llegaron
a Casas Grandes no comentaron lo sucedido. La historia que relata Gerónimo de
la estancia en Casas Grandes para la firma de un tratado paz, cuenta que a su
llegada fueron recibidos por el jefe de la ciudad y los hombres del lugar, tras
la firma se dieron un apretón de manos prometiendo ser hermanos. Hicieron
trueques, se les obsequió con comida y mezcal. Un poco más tarde casi todos
estaban borrachos. Se retiraron a dormir. Sabemos por Terrazas que la
desconfianza los hizo quedarse en el bosque del río, a una legua del pueblo.
Mientras esto sucedía fueron atacados sorpresivamente por dos compañías de
soldados mexicanos. Con un saldo de 20 muertos y la captura de muchos más. Los
que pudieron huyeron por todas partes. Ju y Gerónimo escaparon, parece ser que
poco tiempo después se entrevistaron con Terrazas y Mata Ortiz para reclamarles
esa traición. Es cuando Ju lanza su famosa amenaza: “Tu Joaquín, ¡traicionero!
¡mandito! Y para ti, Capitán Gordo, no balazos, no cuchillo, no lanza, no
flechas, para ti: ¡lumbre!”. Esta sentencia no es mencionada por Gerónimo, y
así terminan sus recuerdos de la parte dedicada a los mexicanos. En septiembre
siguió el latrocinio de ganado en San José de Bavícora. A finales de ese mes,
fueron asesinados 16 viajeros que se dirigían a los Minerales de la Sierra, 4
eran mujeres. La noche del 6 de noviembre robaron ganado de las Labores. El
tiempo de cumplir la promesa llegó. El día 12 los indios asaltaron el rancho de
Juan Mata Ortiz, a quien habían amenazado, robando todo el ganado y matando a
su vaquero, así como en otro rancho vecino. El 13 de noviembre, antes del
mediodía, Mata Ortiz y 21 hombres que lo acompañaban mueren cerca del Charco de
los Arrieros. Ju cumple su juramento de matar a Mata Ortiz quemándolo vivo.
Hacer un recuento de los hechos ocurridos, en un lapso de tiempo tan corto,
utilizando para ello dos fuentes distintas y antagónicas acerca de un evento
específico, exige conocer los antecedentes que hayan sido los detonantes, para
poder entender los acontecimientos subsecuentes. Hasta entonces, se estará en
condiciones de comprender más allá del evento examinado. El enfrentamiento de
dos mundos que se repelen mutuamente, incapaces de penetrar en el pensamiento
del otro y hacerlo suyo, es una constante que se ha repetido a lo largo de la
historia. Una clave para ubicarnos en el camino de la comprensión de ambas
posturas lo podemos encontrar, por un lado, en las enseñanzas con que fueron
educados desde su infancia los antiguos pobladores americanos, cuando leemos
los consejos de un padre apache a su hijo: “Hijo mío, tienes que saber que
nadie te ayudará en este mundo. Eres tú el que se tiene que preparar. Aprende a
correr por las montañas.
Esto te hará
fuerte. Tienes que saber que no tienes amigos. Ni siquiera tu hermana, tu padre
ni tu madre. Tus piernas son tus amigas; tu cerebro es tu amigo; tus ojos son
tus amigos; tus cabellos son tus amigos; tus manos son tus amigas; es con esto
que tienes que prepararte. Un día tu pueblo puede tener hambre. Tu eres el que
deberá procurarle comida. Donde quiera que tus vayas debes vencer al enemigo
que te ataca antes de que alcance la colina (…) Antes de que te ataque debes
hacerle frente (…) y traerlo muerto. Entonces todo el pueblo estará orgulloso
de ti”; por otra parte, el vínculo indisoluble con la tierra, el respeto a la
naturaleza que ofrece generosa el sustento diario. Los europeos nunca lograron
comprender lo que significaba la tierra para los aborígenes: no era una
propiedad sino una madre protectora. La educación de los intrusos se basaba, y
sigue basándose, en el “derecho de propiedad”, en el acumulamiento de bienes
materiales, en la subyugación de los demás para su provecho personal, en la modificación
y saqueo de la naturaleza virgen, sin importar las consecuencias de tal
depredación. Se presume como sinónimo de “civilización” a la transformación de
la naturaleza a la que se le considera casi como enemiga del “progreso”. En
síntesis, fue el roce abrupto de dos cosmogonías discordantes en el que
irremisiblemente, una asesinó a la otra, reduciéndola a un mero recuerdo.
Fuentes
bibliográficas
Gerónimo, Melvin Barret, S. (1905) El Indio Jerónimo Memorias, Sutton and Co., Nueva York, E.U.A Terrazas, J. (1995) Memorias del Coronel Joaquín Terrazas. Ayuntamiento de Chihuahua